viernes, 13 de enero de 2012

Desgarrándose la ropa para recibir dones físicos que reportaban dinero sucio. Su piel marcada de las cicatrices del deseo impuro contaba la historia de una princesa sin castillo ni sueños. Voz rota y pensamientos impedidos. Decidió que era hora de lanzarse al vacío.
Donde poder mirar al espejo su propio cuerpo desnudo magullado por la vida, marcas rojas, moradas, verdosas cuando se están eliminando... Nuestro cuerpo está preparado para olvidar el pasado pero nuestra mente lo guarda todo en archivos infinitos, una de las razones por las que depende de mierdas ilegales pero placenteras.




Caridad Millán y Marta González

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