Desde pequeña le había gustado dormirse escuchando la lluvia golpear la ventana, esa relajación y sobre todo la sensación de seguridad que le daba estar tapada y entre cojines cuando el exterior estaba hecho un desastre, la reconfortaba. A veces se sentía identificada con ese fenómeno, ese caos que puede hacer que en unas horas, todo sea destruido y perdido, pero entonces creció, y dejó de gustarle la lluvia, sobre todo cuando ese sonido no provenía de fuera de la ventana, estaba dentro y empezaba a mojarle la cara.
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