lunes, 12 de diciembre de 2011


Me levanté, caminé lentamente hasta la barandilla, miré como el naranja se intenta fundir con el azul del cielo, apoyé mis codos en el hierro y aspiré el aire húmedo que traía el mar… Ese mismo aroma que me traía recuerdos de cuando era una niña sin infancia que intentaba imaginar como sería ese olor del mar tan próximo y a la vez lejano.



No tuve que esperar más de unos minutos, unos brazos se posaron en mi cintura, me podría haber sobresaltado al no ver la cara de la persona, pero el olor era inconfundible, él había llegado sin que me diera cuenta, era la puerta que cerraba mi pasado y me mostraba todo lo que no había vivido en estos 23 años de muerte en vida.

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