martes, 23 de septiembre de 2014

Ninguna noche ha durado para siempre, ni tan siquiera cuando la luna se esconde y las estrellas se apagan, dejando un manto tan oscuro y siniestro, que no quieres salir a la calle.
Ahora las mañanas eran luminosas y musicales, los viejos discos de jazz de su abuelo sonaban desde que sus ojos se abrían, bailoteaba por la cocina mientras preparaba su desayuno, aunque seguía sin cambiar su amargo café y su lectura tranquila al sol, tal vez las cosas buenas no tienen que cambiarse.




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