lunes, 10 de noviembre de 2014


¿Os preguntáis donde está el romanticismo ese que tanto nos gusta de las películas? Simple, nos lo hemos ido cargando hasta reducirse a cenizas y desaparecer por completo. Las tecnológicas y nuestras propias obsesiones compulsivas nos han llevado a un mundo donde el "te quiero", los besos o hasta las sonrisas se expresan con emoticonos. Un mundo donde hemos perdido esa sensación de echar de menos a alguien hasta que pudieras verlo, se ha enterrado la sinceridad y hemos interpuesto las mentiras sencillas detrás de la pantalla, ya nadie se enamora a primera vista ni se arriesga a conocer a alguien en persona, pasamos largos interrogatorios virtuales antes de dar una oportunidad a esa persona que, en otra época posiblemente hubiese sido tu media naranja desde el minuto 0. Nos hemos convertido en seres celosos, manipuladores y manipulados, impacientes, desconfiados, de una manera u otra, antisociales.

Hemos empezado a crear un espectáculo público con todos nuestros sentimientos y ahora parece que si no te dedican una canción, si no te tienen de foto de perfil o no te escriben largas declaraciones de amor en tu muro de facebook, ya no te quiere de verdad. Hemos dejado de comprender que los sentimientos son algo privado y no tienen que ser leídos y comentados por todos tus "amigos virtuales" para ser más reales.

Dejemos de creernos el centro del universo, una canción, un post, una imagen o una simple frase no tiene porque tener un significado especial para alguien solo por publicarla, los sentimientos no se expresan con indirectas. Porque ya sabes lo que dicen, si puedes expresarlo es que nunca lo has sentido.

Ha llegado la hora del cambio, dejemos de esperar delante del ordenador ese "like" al que le buscarás millones de interpretaciones, deja a un lado el móvil y el doble check, olvídate de las horas de conexión, de los favoritos, de los retuits, olvídate de la tecnología y enamórate de una persona no de un personaje. Arriésgate y ganarás más de lo que crees.
























El primer beso se da con los ojos, no con un muñequito amarillo.

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